domingo, 7 de junio de 2009

This conversation is over

No te vallas... le pedí. Lágrimas rodaban por mis mejillas. No podía creer que ese día había llegado. Estaba seguro de que no iba a poder volver a vivir sin ella.
Lo lamento, tengo que irme -verla llorar y sufrir me rompía el corazón. La abracé fuertemente. Te amo. Nunca te olvidaré. entonces la besé.
Fue un beso de despedida. El último. Me sentía tan mal... Pero tenía que ser fuerte, al menos hasta que se fuera. Ser fuerte por ella. Luego me derrumbaría.
Esos últimos segundos fueron de lo más dolorosos.
Te prometo que nos volveremos a ver. Te amo, no me olvides...
Eso fue lo último que le dije antes de que se fuera. Verla partir fue lo más duro que me pasó en la vida. Se iba, lejos. Miles de kilómetros de distancia, y yo me quedaba, solo, para siempre.



No podía dormir, casi no comía. Simplemente no tenía apetito. No hablaba... ¿Para qué? Pero no podía dejar de llorar. Llevaba encerrada en mi nuevo cuarto tres días, practicamente no salía, excepto para las cosas indispensables. Pero el resto del tiempo la pase en mi habitación. No tenía ganas de salir en absoluto. ¿Qué iba a hacer el resto de mi vida sin él? NADA. Y ya había comenzado.
En ese momento estaba tirada en mi cama, boca abajo, llorando, como venía haciendo hacía un tiempo. Entonces escucho un sonido en la ventana del valcón. No le di mucha importancia. Pero luego volví a escuchar otro más fuerte. Debería haber ido a fijarme qué era lo que lo producía, pero no tenía ganas. Que pasara lo que pasara desde ese momento, nada podría empeorar en mi vida. Así que me dio igual. Luego siento que se abre la ventana.
A esta altura mentiría si dijera que no estaba asustada. Pero opté por quedarme quieta, inmóvil, como estaba hacía ya un gran rato. De todos modos, no podía moverme del miedo que sentía. Era una fraude, no podía hacerme la valiente, esa era la verdad.

Oí unos pasos, muy lentos. Se acercaban a mi. De acuerdo, me estaba muriendo. Eran las ocho de la noche y estaba todo muy oscuro, peor. Agucé el oído y vuelvo a escuchar pasos, cada vez más cerca mío. Pararon, y se olle un sollozo muy profundo. Eso me paralizó. Mi corazón se congeló en el segundo en que oí aquello. Luego comenzó a latir rápidamente, tanto que sentía el pitido en mis oídos. ¿Por qué lloraba? Aún no sé la razon, pero tuve la seguridad, en el fondo de mi, de que nada iba a sucederme. Que debía voltearme hacia esa persona y que iba a estar bien. Era una necesidad, algo que tiraba de mi. Y así lo hice.
La luz que se filtraba por la ventana bastó para iluminar el cuerpo en la oscuridad lo suficiente para reconocerla y hacerme la persona más feliz del mundo. Al instante, jadeé por la sorpresa y alegría, pero al mismo tiempo se mezcló con otro sollozo, esta vez de mi parte. Salté enseguida a sus brazos.
Viniste... me había puesto a llorar nuevamente, pero ésta vez de emoción. Él me sujetó bien fuertemente en sus brazos. Así me sentía a salvo, luego de tanto, protegida como nadie.
Claro que si... Shh, no llores más. Ya estoy aquí, contigo.me decía intentando calmarme, cosa que no lograba. Y él tampoco, ya que también lloraba.
No lo puedo creer. dije entre lágrimas, aún sin separarnos un sólo centímetro.
Te lo prometí, te dije que volveríamos a estar juntos. Y ahora nada ni nadie nos va a separar.
Te amo. le dije por toda respuesta.
Él tomó mi cara entre sus manos y luego de repetirme te amo, juntó nuestros labios, que tanto se habían añorado, esos que al rozarse produjeron una descarga eléctrica mutua, por el amor que nosotros nos teníamos. Porque fuimos marcados por el destino para estar juntos siempre, sin importar nada, luchando contra toda distancia, ya que estando unidos por el amor, nada nos pudo separar ni lo hará jamás.

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